martes, 22 de diciembre de 2020

¡Felices Fiestas!

Ya se acerca Navidad y una nueva oportunidad para 
experimentar el amor de Dios.
Les deseo muy felices fiestas a todos, espero que los encuentre con salud, paz y unión para poder recibir con alegría al Niño Jesús.
Un abrazo muy cariñoso y espero disfruten de este hermoso cuento.
Los quiero💞

lunes, 14 de diciembre de 2020

Un e-mail para la abuela. Autora María Inés Falconi

Hola! Los invito a leer esta historia muy graciosa. Esta abuela está descubriendo los avances de la tecnología, y en su intento anota la dirección que le dictan por teléfono para mandar un correo de la siguiente forma: Concepción Nuñez Arroba Jotmeil Punto Com
Espero que la leas y te diviertas!

viernes, 11 de diciembre de 2020

"El árbol de Lilas"

Les comparto la versión en pdf para los que quieran leerlo para ustedes mismos o para alguien de la familia. Un fuerte abrazo...

jueves, 10 de diciembre de 2020

Historia del botón

Los botones son unas piezas pequeñas que están presentes en gran parte de la ropa que nos ponemos cada día. A pesar de ser objetos sencillos, cumplen dos funciones muy importantes. La principal es que sirven para abrochar todo tipo de prendas (camisas, pantalones, vestidos, chaquetas, abrigos, botas…). La otra función es ornamental, es decir, se usan con el objetivo de adornarlas para que nos resulten más bellas y elegantes.
Existen botones para todos los gustos, realizados en diversos materiales: plástico, metal, madera, nácar, resina, gemas… En cuanto al diseño hay botones minúsculos, enormes, clásicos, modernos, de colores, simples, extravagantes, forrados de tela, etc.
El botón no es un invento de la era moderna. Gracias a excavaciones arqueológicas se han encontrado en la India botones fabricados hace 4.000 años. Están hechos con conchas de moluscos que fueron talladas a mano, en forma circular o triangular, y después perforadas con agujeritos para coserlos a la ropa. Esos antiquísimos y primitivos botones se parecen mucho a los actuales, pero es importante saber que por aquel entonces solo servían para adornar ¡Todavía no se habían dado cuenta de su utilidad!
A los antiguos griegos y los romanos más ricos y poderosos también les encantaba lucir botones de marfil, hueso o piedras preciosas en su vestimenta. Como eran piezas muy caras que no estaban al alcance de toda la población, les servían para presumir y mostrar su pertenencia a una clase social distinguida.
El botón se empleó para engalanar las prendas hasta que, en el siglo XIII, ocurrió algo que lo cambió todo: ¡se inventó el ojal!
Algo tan simple como hacer un agujerito en la tela para pasar el botón a través de él tuvo un éxito increíble en toda Europa. La razón es fácil de comprender. Piensa que, hasta ese momento, era imposible que hombres y mujeres usaran ropa ajustada porque al ponérsela reventaban las costuras. Gracias a la aparición del ojal las prendas se pudieron abrochar y desabrochar, y por tanto, el problema se solucionó.
Esto produjo un profundo cambio en la vestimenta; después de muchos siglos, dejaron de usarse las túnicas, se pusieron de moda las prendas ceñidas al cuerpo, y el botón se convirtió en un objeto muy útil e indispensable hasta nuestros días.


Algo tan simple como un botón y que haya tardado años en ir evolucionando para llegar a tener el uso que hoy le damos parece mentira. Espero que esto haya enriquecido un poquito más tu cabecita. Hay tanto por aprender! Lo bueno es que leyendo de a poquito podes ir conociendo todo lo que quieras.
Hoy en día también usamos los botones para muchas otras cosas, por ejemplo para decorar objetos o hacer tarjetas recicladas. Y como se acerca una fecha muy importante, te invito a que los uses para preparar unos hermosos presentes para esta Noche Buena. Te dejo algunas ideas.


miércoles, 9 de diciembre de 2020

La cremallera o cierre.

¿Cuándo crees que se inventó la cremallera? Posiblemente estés pensando que como se trata de un mecanismo muy sencillo existe desde hace miles de años ¿verdad?… Bueno, pues aunque te parezca increíble, la cremallera es un sistema bastante moderno, creado a principios del siglo XX.
¡Su aparición fue muy importante! Piensa que antes de que existiera este genial artilugio la ropa se cerraba con botones. Esto suponía un problema porque por ejemplo, los vestidos de las mujeres eran largos hasta los pies y necesitaban muchísimos botones. Como te puedes imaginar resultaba muy fastidioso y lento tener que abrocharlos y desabrocharlos todos, uno a uno.
A esto hay que sumarle que también las botas y otras prendas los llevaban. ¡La tarea de vestirse y desvestirse era el cuento de nunca acabar!
Durante el siglo XIX diferentes ingenieros se esforzaron en crear sistemas de cierre más prácticos, pero ninguno fue realmente bueno y todos fracasaron. Por fin, un ingeniero sueco llamado Gideon Sundbäck, se propuso encontrar la solución definitiva. Para ello recopiló información sobre los inventos anteriores y estudió cómo mejorarlos. En 1914 logró fabricar un cierre que funcionaba perfectamente y que es el que hoy conocemos como cremallera.
¡La idea era estupenda! Consistía en coser muchos dientes de metal, todos igualitos, en dos cintas que se colocaban de forma paralela, de tal manera que al pasar sobre ellas un carrito se entrelazaran formando una única pieza. Como al pasar el carrito para abrir y cerrar hacía un ruido parecido a ‘¡zip!’, el sistema se bautizó con su nombre definitivo: ‘zipper’ (que es como se dice cremallera en inglés).
Sundbäck tuvo el presentimiento de que su invento iba a tener mucho éxito en el futuro y ni corto ni perezoso se puso a inventar las máquinas necesarias para fabricar cremalleras a tutiplén y sacarlas al mercado.
No se equivocó. Su uso pronto se extendió a diversas prendas, incluidos los pantalones. Más tarde, durante Segunda Guerra Mundial, se emplearon en trajes de pilotos y en algunas bolsas. Las ventas se dispararon cuando, al terminar el conflicto, se utilizaron también para cerrar botas de goma.
Hoy en día sigue habiendo cremalleras con dientes de metal, pero gracias a los avances tecnológicos también pueden ser de nailon o de plástico. La variedad es tan grande que hay cremalleras de muchos colores, materiales y diseños, a gusto del consumidor y de las tendencias de la moda.

martes, 8 de diciembre de 2020

Un cuento para los más pequeños...

Carrera de zapatillas


Había llegado por fin el gran día. Todos los animales de la sabana que se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto a la laguna.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales.
La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:
- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.
El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.
La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.
Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.
Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.


Cuento de Alejandra Bernardis Alcain (Argentina)

lunes, 7 de diciembre de 2020

Un cuento intrigante para niños fantasiosos.

El secreto de Saúl


Saúl era un niño que vivía rodeado de comodidades y privilegios. Su padre era un experto cirujano y su madre una escritora de éxito, así que la familia residía en una enorme casa con jardín, piscina y un garaje en el que dormían dos coches de alta gama. A sus once años no le faltaba de nada: vestía a la última moda, tenía un cuarto privado repleto de juegos, y en la pared de su dormitorio colgaba una televisión tan grande que más bien parecía una pantalla de cine.
A pesar de su gran fortuna, Saúl se pasaba el día con el ceño fruncido y mostrando una actitud tan apática que daba la sensación de estar enfadado con el mundo. Últimamente no soportaba madrugar y odiaba tener que ir al colegio cinco días por semana, sobre todo porque su profesor le parecía un señor insoportable y cada vez hablaba menos con sus compañeros de aula. ¿Para qué fingir que sus temas de conversación le parecían interesantes?… Por si esto fuera poco, ni una sola asignatura atraía su atención. Malgastaba el tiempo mirando a las musarañas y abriendo la boca para soltar ruidosos bostezos cada dos por tres.
Si hacía buen tiempo, cuando a las tres terminaba la jornada escolar, Saúl cruzaba la calle cargado con su mochila y caminaba un corto trecho hasta llegar al Parque de los Almendros. Era su lugar favorito para desconectar de los problemas de matemáticas y la larga lista de capitales de países que le obligaban a memorizar. Una vez allí, solía sentarse en un banco de madera desde el cual podía contemplar una panorámica preciosa de la arboleda y del lago con forma de corazón donde siempre chapoteaban unas cuantas familias de patitos.
Sucedió que, una de esas tardes, se acercó a su banco habitual, tomó asiento, y al mirar al frente descubrió que a pocos metros habían colocado una estatua de mármol blanco. Le llamó mucho la atención, pues representaba la figura de un niño de su edad, descalzo y cubierto de harapos, que parecía mirarle fijamente.
– ¡Qué estatua tan deprimente! Podían haber puesto la figura de un príncipe o una diosa romana en vez de la de un andrajoso mendigo.
Según pronunció estas palabras, escuchó una voz infantil.
– ¿De verdad crees que solo soy un trozo de piedra al que un escultor ha dado forma?
Saúl dio un respingo y su corazón empezó a latir a toda velocidad. Tras unos segundos de desconcierto, se abanicó con la palma de la mano y trató de recomponerse. ¡El calor de esos primeros días de verano le estaba haciendo delirar!
– ¡Qué susto! Por un momento pensé que la estatua me estaba hablando. ¡Será mejor que me vaya!
Se estaba poniendo en pie cuando volvió a escuchar la misma voz.
– Sí, te hablaba a ti. ¡Aguarda, por favor!
Saúl miró de izquierda a derecha por si algún paseante había oído lo mismo que él, pero sorprendentemente nadie parecía percatarse de nada. Atemorizado, anduvo unos pasos y se situó junto a la escultura anclada al pequeño pedestal. A simple vista calculó que el chico de piedra tenía su misma edad y estatura, pero cuando lo miró con más detenimiento se estremeció porque se parecía muchísimo a él: la misma forma ovalada del rostro, los ojos rasgados, la nariz respingona heredada de su abuelo… ¡Era una réplica casi perfecta de sí mismo!
– ¡¿Pero qué está pasando aquí?!
Se le ocurrió que quizá todo era parte de un programa de televisión de esos que gastan bromas pesadas a la gente que va tan tranquila por la calle, así que se fijó en los árboles cercanos por si entre las ramas localizaba alguna cámara oculta. No vio nada extraño y se le erizó la piel. La situación comenzaba a producirle pavor.
– No te preocupes, no estás loco. Por increíble que parezca, me estoy comunicando contigo y solamente tú puedes escucharme. Tócame, que te prometo que soy completamente inofensiva.
Saúl obedeció. Aparentemente la estatua era como otra cualquiera: dura, fría e impasible, pero la escuchaba hablar como si fuera un humano de carne y hueso. ¿Cómo era posible? ¿Utilizaba un sistema de telepatía? ¿Alguien la dirigía desde una torre de control? ¡Estaba tan perplejo que ya no era capaz de distinguir si las palabras le entraban por las orejas o iban directamente a su cerebro!
– ¿Quién eres?… ¿Quién te ha fabricado y por qué te pareces a mí?
– La historia es muy larga de contar, pero para resumir te diré que soy el resultado de un impresionante experimento científico.
A Saúl empezaron a temblarle las piernas como flanes y se puso tan nervioso que creyó que iba a desmayarse.
– ¿Un experimento? ¿Cómo esos que salen en las pelis de ciencia ficción?
– ¡Exacto, has dado en el clavo!
Su cara se desencajó y notó que el sudor le caía a chorros por el cuello.
– No tienes nada que temer; lo entenderás en cuanto te lo explique.
– ¡Pues no sé a qué estás esperando!
– Un grupo de expertos lleva años trabajando en un importante centro de investigación de esta ciudad con un objetivo: lograr que todos los niños que viven aquí sean felices.
Saúl suspiró profundamente.
– ¡Ah, vale, eso no parece peligroso!
– No, no lo es, pero se requieren muchos años de trabajo para desarrollar un proyecto tan complejo.
– ¡Ah! ¿Sí?
– ¡Ni te lo imaginas! Han colaborado decenas de especialistas y se ha invertido muchísimo dinero en la tecnología más avanzada que existe. Por suerte, todo ha salido a las mil maravillas y los resultados están siendo inmejorables.
A Saúl la historia le sonaba a pura fantasía, pero estaba tan intrigado que no podía dejar de escucharla.
– Lo primero que han tenido que hacer es instalar un sistema de radares especiales en todos los barrios de la ciudad.
– ¿Radares?… ¿Para qué?
– Para detectar las emociones de las personas desde que nacen hasta el día que comienzan su vida adulta, es decir, durante toda la infancia y adolescencia. Si algún radar registra que algún niño o joven necesita ayuda, el centro de investigación pone en marcha el Plan de Rescate Emocional.
– ¿El plan de rescate qué?
– De rescate emocional. No te preocupes, se trata de algo muy sencillo: estudian el problema para saber por qué es infeliz, y el laboratorio diseña un tratamiento a medida para acabar con su tristeza.
Saúl estaba completamente alucinado, como si estuviera dentro de una película futurista o se hubiera adelantado quinientos años en el tiempo.
– ¿Y qué es lo que hacen exactamente? ¿Te pinchan con jeringas gigantes? ¿Te meten en cabinas para recibir ondas de choque? ¿Te rodean la cabeza con cables y te conectan a un generador eléctrico?
– ¡Ja, ja, ja! ¡Qué va! ¡Menudas ocurrencias tienes! Los métodos para sanar emociones son muy variados y ninguno duele ni nada parecido. En tu caso, han decidido fabricar una estatua con tus rasgos utilizando una impresora 3D y un dispositivo de sonido de última generación. O sea… ¡yo!
Saúl se sintió ofendido.
– ¿En mi caso? ¿Qué quieres decir con eso?
– Pues que he venido para ayudarte. ¡Me han diseñado exclusivamente para ti!
– ¡¿Qué?!
– Lo que oyes. Estoy aquí para tener una charla contigo porque soy tu medicina emocional.
El chaval se indignó, y con cierto desprecio, miró a la estatua de arriba abajo.
– ¡Qué bobadas dices, yo no necesito ayuda! Además, tú no eres mi otro yo. Vale, te pareces a mí físicamente, pero vas con ropa vieja, no llevas zapatos…
La estatua puso en marcha el tratamiento especial, que como ya habrás adivinado, consistía en hacerle pensar.
– Sí, tienes razón. Soy una versión un poco diferente de ti. Digamos que represento lo que podrías haber sido tú si no hubieras nacido en una familia rica y de buena posición. ¿Alguna vez has pensado cómo sería vivir en un barrio pobre, en una casa sin agua ni calefacción? ¿Te imaginas tu vida sin chocolate, sin tu reproductor de audio digital o sin esas zapatillas tan modernas que calzas?
Saúl fue sincero.
– No, la verdad es que no.
– Pues muchos chicos de tu edad viven con muy poco, yo diría que con casi nada, en muchísimos lugares del mundo. De hecho, no hace falta salir de nuestra ciudad para encontrarlos.
El muchacho se encogió de hombros.
– Ya, pero yo no tengo la culpa de eso.
La estatua le dio la razón.
– ¡Desde luego que no! Nadie elige dónde nace y hay personas con más suerte que otras desde la cuna, pero todos tenemos la capacidad de cambiar ciertas cosas haciendo un pequeño esfuerzo.
– Ya, bueno, si tú lo dices…
– Nuestros radares han detectado que tú, teniéndolo todo, padeces una gran insatisfacción.
Saúl sintió mucho agobio, pero el chico de piedra fue contundente.
– Sé sincero contigo mismo: tienes tanto que te sientes abrumado y no disfrutas de casi nada. Deberías ser muy feliz y, sin embargo, te pasas el día refunfuñando y comportándote de manera inapropiada.
Por alguna razón, el niño tuvo ganas de desahogarse con ese extraño compañero de conversación.
– Sí, últimamente todo me aburre y no me apetece hacer nada.
– ¡Bravo, reconocerlo ya es un paso! ¿Por qué crees que te sucede algo así?
– No lo sé, de verdad que no lo sé.
– Estás afligido, desganado, y estar mal contigo mismo también te aleja de la gente. Sé que ya no te queda más que un buen amigo.
Saúl estaba a punto de echarse a llorar.
– Sí, se llama Jorge, pero no le veo mucho últimamente. No me extraña, a veces resulto insoportable.
– ¿Ves cómo van saliendo las cosas? Tú lo que necesitas es recobrar la ilusión. Cierra los ojos y, durante unos segundos, piensa en algo que te haría feliz.
El niño obedeció y se puso a reflexionar.
– Pues me conformaría con menos cosas materiales a cambio de estar más con Jorge, como en los viejos tiempos.
La estatua verificó todos los datos recibidos, activó su chip solucionador de problemas y, automáticamente, obtuvo una receta personalizada para Saúl:

– Mi propuesta es la siguiente: ¿Por qué no sugieres a tu amigo que te ayude a seleccionar todos esos juguetes que ya no usas? Seguro que la mayoría están casi nuevos y otros niños los podrán aprovechar. Cuando hayáis llenado unas cuantas bolsas, tus padres te recomendarán a dónde llevarlos. ¡Esa experiencia hará que te sientas muchísimo mejor contigo mismo y te enseñará a valorar lo que tienes!
– No es mala idea…
– ¡Misión cumplida! Hasta siempre, mi querido doble humano.
Y, de repente, sucedió algo asombroso: la estatua, que hasta ese momento no se había movido porque lógicamente las estatuas nunca se mueven, le guiñó un ojo y se esfumó. Despareció de su vista como si jamás hubiera existido.
A Saúl casi se le corta la respiración. Allí estaba él, parado en medio del parque, preguntándose si todo había sido un sueño, una alucinación, o simplemente se estaba volviendo majareta. En cualquier caso, tuvo la sensación de que en su interior algo había cambiado, como si se hubiera encendido una lucecita al final de un oscuro túnel.
Se fue corriendo a casa, llamó por teléfono a su amigo Jorge y le contó lo que tenía pensado hacer.
– ¿Te apetece ayudarme, amigo?
– ¡Cuenta conmigo, voy para allá!
Media hora después, los dos niños se pusieron a abrir armarios y a seleccionar muñecos, juegos, puzles… Un montón de cosas más que llevaban años olvidadas en los cajones. Lo metieron todo en bolsas y después fueron al porche de la entrada. Saúl quería pedir consejo a su padre.
– Papá, quiero donar muchos de mis juguetes. ¿Podrías acercarnos a algún lugar donde los necesiten de verdad?
El hombre, que estaba tumbado en una hamaca leyendo una novela, respondió entusiasmado:
– ¡Claro que sí! Conozco el sitio perfecto.
Echó un vistazo a su reloj de muñeca.
– Si mis cálculos no fallan, ahora mismo está abierto. Creo que nos dará tiempo. ¡Vamos!
Se dieron prisa en cargar el maletero del coche y acudieron a la sede de una ONG que se dedicaba a recoger juguetes de segunda mano. Germán, el director, les recibió con los brazos abiertos.
– ¡Gracias por vuestra visita! Es fantástico que vengáis a conocer nuestras instalaciones y que tengáis tantas ganas de aportar vuestro granito de arena.
Saúl estaba contentísimo.
– Mi amigo Jorge y yo hemos juntado más de treinta juguetes y mogollón de libros, pero me gustaría saber cuál será su destino.
Germán, encantado, se lo aclaró:
– Una parte se repartirá por diferentes hospitales para que los niños enfermos puedan entretenerse durante el tiempo que estén ingresados. ¡No os imagináis cuánto les beneficia y ayuda a superar los malos momentos!
Saúl y Jorge aplaudieron entusiasmados.
– Y la otra se regalará a familias desfavorecidas que no tienen suficiente dinero para comprar a sus hijos ni un simple muñeco de trapo. Para muchos pequeños recibir uno de estos juguetes será uno de los días más emocionantes de su vida, os lo aseguro.
Saúl tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ponerse a llorar, desbordado por la emoción.
– ¡Por favor, por favor, llévaselos cuanto antes!
Germán se rio.
– ¡No te preocupes! Mañana mismo una furgoneta de la organización se encargará de que todos lleguen a su destino en perfectas condiciones.
Saúl y Jorge se abrazaron. Acababan de hacer algo realmente bonito por los demás y los dos sintieron que ese acto reforzaba su amistad.
– Gracias por tu ayuda, Jorge. Ha sido genial pasar el día contigo organizando todo esto.
– ¡De nada, amigo! Si te parece, la semana que viene podrías venir tú a mi casa y ayudarme a revisar mis cosas. ¡Seguro que conseguiremos llenar algunas cajas más para traerle a Germán!
– ¡Por supuesto!
Completamente eufóricos se despidieron del director de la ONG, salieron a la calle y subieron al automóvil aparcado en la puerta. ¡El tiempo había pasado volando y ya casi era la hora de cenar! Padre e hijo llevaron a Jorge a casa, y después reanudaron la marcha por las carreteras medio vacías del centro. El niño, sentado en el asiento de atrás, estaba radiante de felicidad.
– ¿Sabes una cosa, papá?
– Dime, hijo.
– Hoy me he dado cuenta de lo afortunado que soy. No tengo derecho a estar todo el día quejándome por tonterías.
– Me alegra que digas eso, Saúl. Nunca es tarde para pararse a valorar las cosas que de verdad merecen la pena, y lo bonito que es ser solidario con los que menos tienen.
– Creo que de mayor quiero ser como Germán. ¡A partir de mañana estudiaré mucho y algún día haré algo grande por los demás!
– Eso es fantástico, cariño. Aún eres pequeño, pero a lo largo de los años irás descubriendo tu vocación; si al final te decides por una profesión que sirva para mejorar el mundo, tu madre y yo nos sentiremos muy orgullosos.
De camino al hogar pasaron por delante del Parque de los Almendros. Saúl acercó su carita al cristal de la ventanilla y, a pesar de que estaba anocheciendo, distinguió su banco favorito, la gran arboleda y el brillo del lago al fondo. Sin retirar la mirada, preguntó a su padre:
– Papá, ¿piensas que hoy en día existen radares potentes que controlan las mentes de los humanos?
– ¡¿Pero qué dices?! ¿Te encuentras bien?
– ¡Lo digo en serio! ¿Crees posible que los habitantes de esta ciudad seamos parte de un gigantesco experimento científico?
El hombre se partió de risa.
– ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, hijo, qué cosas tan raras se te pasan por la cabeza! ¡Creo que deberías ver más documentales de historia y menos cine fantástico!
A Saúl se le escapó una sonrisilla y, en ese mismo instante, decidió que guardaría su pequeño gran secreto el resto de su vida.

viernes, 4 de diciembre de 2020

Irulana y el ogronte

El ogro de este cuento es un ser temido por todo el mundo, pero hay una nena valiente que decide enfrentarlo. ¿Se animan a descubrir las estrategias que utiliza esta niña para que el Ogronte deje de molestar a su pueblo?


Les dejo en libro en letras escritas... para poder leerlo con los tonos de voz que prefieran. 💟 

El famoso cohete. Oscar Wilde

Espero que te haya gustado el cuento y pienses en lo que nos enseña.
Del diálogo que tienen los fuegos artificiales, podes entender muchas cosas sobre la prepotencia, la humildad, la empatía.
Un fuerte abrazo 💖

jueves, 3 de diciembre de 2020

Curiosidades sobre el ornitorrinco.

El ornitorrinco es uno de los animales más llamativos del planeta porque parece una mezcla insólita de diferentes especies animales. Vive en Australia y la isla de Tasmania.
Se trata de un caso único en la naturaleza porque es ¡un mamífero ovíparo! Esto significa que alimenta a sus crías con leche pero se reproduce por huevos como los reptiles o las aves. Chocante ¿verdad? Pues ahí no queda la cosa ya que a la hora de amamantar, lo hace de una forma muy especial: no expulsa la leche a través de mamas como el resto de mamíferos, sino que la segrega por los poros de la piel a modo de sudor para que sus crías la puedan lamer.
En cuanto a su aspecto es de lo más extraño que te puedes encontrar: tiene cuerpo de nutria, cola enorme y peluda de castor, un pico grande y chato que recuerda al de los patos (aunque en vez de ser duro es suave y carnoso) y patas en los costados como los lagartos.
Caza bajo el agua, pero a diferencia de otros animales, no utiliza el oído, la vista o el olfato para encontrar posibles presas, sino unos receptores en el pico que detectan las señales eléctricas que estas emiten al moverse.
Al ornitorrinco le encantan los cangrejos, los camarones, los pequeños peces, y las larvas de insectos. Una vez localizados gracias a sus receptores, los captura también con el pico y los almacena en sacos maxilares junto con pequeñas piedras para triturarlos. Después, sale a la superficie y se los come tranquilamente.
Sus patas, palmeadas y provistas de garras, le permiten pasar muchas horas nadando con gran agilidad, sobre todo por la noche. En el caso de los machos, las traseras tienen unos espolones de los que sale un aguijón venenoso. Su picadura es muy dolorosa, y aunque no es mortal para el ser humano, sí lo es para pequeños animales. Para desplazarse más cómodamente y no dañar las membranas de sus patas, en tierra andan sobre los nudillos.
El ornitorrinco vive junto a ríos y lagos poco profundos. La hembra es la que se encarga de proteger los huevos que pone, que suelen ser dos o tres. Para ello excava una galería de más o menos cinco metros de longitud, y al fondo, en el lugar más seguro, prepara el nido. Cuando acaba el trabajo, tapona la entrada con tierra y los incuba durante dos semanas.
Un animal increíble el ornitorrinco ¿No te parece? 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Sigamos jugando...

Hoy les propongo otro juego fácil y tan entretenido como lo quieran hacer!

"Qué hay en cada lugar"

Quien dirija el juego menciona un lugar específico, los jugadores, por turnos, deben mencionar un objeto que pertenezca a ese lugar. El lugar elegido puede ser un lugar de la casa, como el baño, la cocina, el dormitorio, u otros lugares como supermercado, cine, club. También puede mencionar objetos como la cartera de mamá, la valija de un vendedor, la mochila de un estudiante. El juego debe ser rápido, los jugadores responden por turnos, siguiendo siempre la orientación hacia la derecha del anterior que contesta. Si alguien se equivoca, no sabe la respuesta o repite una palabra mencionada antes, pierde su puesto en el juego y sale eliminado. Gana el jugador que al final queda solitario respondiendo las preguntas. 
Para que sea un poco más divertido, se me ocurre que como condición se pueden dibujar los objetos, en lugar de decirlos, o simplemente buscarlos en un diccionario. Como les dije con el juego anterior, pueden ir haciendo las reglas de este juego como más les guste para que se vuelva más divertido. 
Espero que la pasen muy lindo!!

martes, 1 de diciembre de 2020

Juguemos otro ratito...

"Del mar llegó un barco"

Este juego es así: 
El jugador que empieza toma un objeto pequeño (como una pelota), elije una letra y lanza la pelota a cualquier jugador y le dice: 
- Del mar llegó un barco cargado de objetos con la letra... B por ejemplo, y la persona que recibe la pelota debe decir un objeto que empiece con esa letra. Luego de decir la palabra, le pasa la pelota al que está a su derecha, quien debe mencionar otro objeto con la misma letra. Deben decir las palabras rápidamente y ¡sin repetir las de otros!. El último dice su palabra y lanza la pelota a otro cualquiera, para empezar una nueva ronda con otra letra inicial impuesta.

 Para no repetir las letras o incluso para elegirlas pueden usar la que vienen troqueladas en los libros que hayan usado en primer grado, las dan vuelta sobre la mesa y van sacando al azar.

¡Espero que se diviertan mucho!